El estrés no es el enemigo

Pendientes de casa, retos en el trabajo, la economía, dificultades con los hijos, un familiar enfermo o incluso nosotros mismos… Hay muchos factores que nos pueden agobiar.  Sin embargo, el estrés no es el enemigo. 

El estrés es parte de la vida y si aprendemos a entenderlo, sabremos manejarlo. Curiosamente, lo que tendemos a hacer ante el estrés es justo lo opuesto: negarlo, evadirlo, ignorarlo, adormecerlo o resistirlo. 

Creemos que si las cosas afuera cambian, o si ponemos atención en otro lado, entonces nos sentiremos y estaremos mejor. Y habitualmente a la larga eso no funciona.

El estrés no es el enemigo; nuestras reacciones pueden serlo…

Hemos satanizado al estrés porque sus efectos adversos son reales. El estrés favorece muchas enfermedades crónicas. A nivel físico, la cascada de reacciones fisiológicas y la forma cómo afecta nuestro cuerpo no es un secreto ni producto de la imaginación. El estrés enferma.

Sin embargo, en lugar de verlo como el malo del cuento… ¿Qué pasaría si viéramos al estrés como un mensajero que viene a decirnos algo?

Y no, no me refiero a que viene a indicarnos todo lo que está mal en nuestras vidas o alrededor de nosotros. Eso lo vemos todo el tiempo, a veces de más. Sino a que nos invita a observar la forma cómo reaccionamos ante las circunstancias.

Son nuestras reacciones lo que puede enfermarnos. La forma de tratar nuestro cuerpo, de abandonarlo, nuestras neurosis, nuestros malos hábitos.

¿Cómo podemos aprovechar el estrés?

¿Qué pasaría si en lugar de evadir o reaccionar, prestáramos atención a lo que sucede internamente, es decir dentro de nosotros, cuando enfrentamos dificultades? 

¿Qué ocurriría si en lugar de querer cambiar y controlar lo que ocurre afuera, observáramos con curiosidad cómo nos sentimos físicamente, qué pensamientos y emociones surgen, qué nos inquieta, qué cosas hacemos y decimos en respuesta ante la adversidad?

Quizá podríamos cambiar la óptica y la perspectiva. Quizá se abrirían nuevas posibilidades.

Porque si recordamos que nuestras conductas, actitudes y acciones surgen de lo que pensamos y sentimos quizá cambiar la perspectiva nos pueda ayudar a encontrar mejores soluciones.

El estrés no es el enemigo. Es la forma cómo enfocamos, interpretamos y actuamos lo que dicta nuestra vida. 

¿Cómo abordar el estrés?

Quizá sea buena idea hacer una pausa para respirar. En medio del caos mental, simplemente respirar.

Y mientras respiramos y regulamos nuestro cuerpo y mente,  recordar que si vemos más allá de las reacciones de nuestra mente y de nuestras emociones del momento, tendremos la claridad y la energía adecuada para re-enfocarnos.

Pausar, respirar, dejar que la mente se serene, nos ayuda a calmarnos y a tomar decisiones más favorables para nosotros mismos y aquellos en nuestro entorno.

Con una mente en calma es mucho menos probable tomar decisiones precipitadas, es decir, hacer o decir cosas por impulso.

Prestar atención plena (mindfulness) es justo eso, parar a observar las cosas como son, incluidos los patrones de nuestra mente y nuestras reacciones y hacerlo sin juicios, con una óptica de curiosidad.

Así es cómo podemos explorar el estrés y conocer nuestras reacciones automáticas. Desde esa pausa podemos soltar lo que no nos beneficia y enfocarnos en mejores soluciones.

Pero… NO me lo creas a mi… Mejor, si te viene bien la idea, simplemente date el permiso de hacer esa pausa y respirar la próxima vez que estés reaccionando ante el estrés y ve qué descubres.

Que tengas un día con paz y atención plena,

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