¿Cómo nutrir la autoestima de tus hijos?

¿Qué es la autoestima sana y por qué es importante? 

Nutrir la autoestima de forma sana es una necesidad fundamental en la crianza de nuestros hijos.

Ayudarlos a construir un sano autoconcepto y una adecuada autoimagen favorecerá su seguridad y la forma en cómo se valorarán a si mismos, es decir, su autoestima.

Empecemos por entender, primero que nada, algunas definiciones. Eso que pensamos de nosotros mismos se conoce como autoconcepto. La forma en como nos vemos físicamente es la autoimagen. Qué tan capaces nos consideramos es la autoeficacia y la confianza en nosotros mismos es la autoconfianza. Todos estos aspectos determinan en gran parte la forma en como nos valorarmos y apreciamos, lo que conocemos como: autoestima.

Una autoestima sana nos ayuda no solo para sentirnos mejor, sino a vivir mejor. Dicho en palabras sencillas, la autoestima es la materia prima sobre la cual construimos nuestra vida e impacta cada aspecto de ella, por eso es importante fortalecer una autoestima sana. 

De la idea que tenga de mi mismo, de la confianza en mis capacidades y de lo que creo merecer como ser humano dependerá la manera en que me trate a mi mismo y permita que me traten. De esto también dependerá la capacidad que tenga para soñar y luchar por mis sueños y salir adelante ante las dificultades de la vida.

Eso que crees de ti, impacta tu vida

Como dijera Henry Ford, “tanto si crees que no puedes como si crees que puedes, estás en lo correcto”. De nuestra autoestima depende nuestra conducta y nuestra conducta a su vez influye en nuestra autoestima. Una persona con alta autoestima confía en sus capacidades y actúa para lograr sus metas y si se equivoca insiste, persevera. Y cuando lo logra la natural respuesta es que reafirma su autoestima positiva. Una persona con baja autoestima duda de sí, teme equivocarse, por lo tanto evita los retos y si se equivoca, confirma su baja autoestima o incluso esta baja aún más.

Por todo lo anterior, alimentar una autoestima sana en nuestros hijos es fundamental. Solo que es importante tener claro que es una autoestima sana y cuidar no caer en la falsa ilusión de una autoestima inflada. Veamos un poco al respecto.

La sana autoestima

Una autoestima sana, positiva está basada en la realidad. La persona conoce sus limitaciones, pero confía en sus potencialidades y trabaja aquello en lo que tiene que trabajar. Su autoconcepto se retroalimenta de sus acciones y sus logros no de la opinión que viene de los demás, sino en lo que ha comprobado como su propio valor y capacidad. Por ello es importante nutrir la autoestima de forma sana y enseñarles la importancia que tiene la seguridad en sí mismos.

La persona con sana autoestima entiende su humanidad común, su vulnerabilidad y por lo tanto es empática con los demás. Entiende los errores como aprendizajes, es abierto a ello, flexible. Por ello, acepta los retos como una prueba a su intelecto y capacidad. No se queda centrado en la autocrítica destructiva, ni mucho menos el maltrato ajeno, pues se autoconoce y sabe su valor. Busca crecer interiormente, desarrollando habilidades, creatividad y una sana emocionalidad. Las personas con sana autoestima tienden a relacionarse con personas con un nivel de autoestima similar.

Una anotación importante

Como lo dije más arriba, la sana autoestima está basada en la realidad, por lo tanto no se trata de ideas infladas sin hechos que las respalden. No hay que confundirnos con narcisismo. La autoestima sana refleja salud mental. La persona conoce sus limitaciones, pero su nivel de confianza es lo suficientemente alto que las enfrenta, las trabaja y lucha por sus metas, logrando muchas veces superar sus limitaciones y  por tanto aumentar más su autoconfianza. Esto es importante entenderlo porque a veces creemos que inflando a nuestros hijos los haremos más seguros. Y eso es un error.

La baja autoestima

Una autoestima baja, negativa, malsana se basa en ideas tanto en su voz interior, como en ideas que vienen del exterior. Y muchas de estas ideas no están basadas en la realidad. La persona con baja autoestima tiene un pobre concepto de sí mismo y es muy susceptible a la crítica. Le preocupa que le juzguen o no le acepte. Su autoconcepto le hace sentirse insegura de sus capacidades, por lo que se conduce con miedo a equivocarse y rigidez, es decir no se atreve a intentar desafíos nuevos. Cuando comete errores se juzga y se autocritica negativamente, reforzando la idea pobre que tiene de sí. 

Al tener una negativa idea de sí mismo, no se cree merecedor de cosas buenas y puede admitir malos tratos, incluso abusos. De la misma manera, al no sentirse capaz, evita atreverse y sus aspiraciones pueden ser bajas, o bien no actúa para conseguirlas. Por ello le cuesta ir por nuevos retos, nuevos logros, tanto en lo personal como en lo profesional. Su malestar interior le puede llevar a la victimización y también puede ser poco empático o sentir resentimiento hacia los demás. Las personas con baja autoestima pueden sufrir mucho. Las personas con baja autoestima tienden a relacionarse con personas con un nivel de autoestima similar.

Una anotación importante

En ocasiones, las personas con baja autoestima buscan sentirse mejor y ser aceptados por los demás, pero valiéndose de estrategias como actuar con una falsa seguridad. En lugar de trabajar en sí mismas, adoptan actitudes que creen le merecerán la aceptación de otros. Nutrir la autoestima no es inflar el ego. Su falsa seguridad no está nutrida por avances personales, sino que actúa más como una máscara para parecer seguro y encajar en los círculos en los que se mueve.

¿Cómo nutrir la autoestima y por qué el rol de los padres es tan importante?

La forma como construimos nuestra autoestima y como le vamos dando forma varía en las distintas etapas de nuestra vida. Sin extenderme demasiado, lo pondré así, hay un aspecto interno que tiene que ver con lo que pensamos y creemos de nosotros mismos y del mundo que nos rodea y un aspecto externo que se alimenta de lo que vemos reflejado sobre nosotros mismos en los demás. Ambas fuerzas influyen y se retroalimentan.

Sin embargo, cuando somos pequeños, nuestros principales fuentes de autoestima provienen de fuera, del entorno, en específico de nuestros padres y/o las personas que se hacen cargo de nosotros. Las voces de fuera, lo que vemos en ellos, la actitud con que nos tratan, las cosas que nos dicen, el tiempo que nos dedican son la tela con la que vamos confeccionando la idea de nosotros mismos. –Si papá y mamá me manifiestan amor es porque soy digno de ser amado. –Si papá y mamá me dedican tiempo es porque valgo la pena. Y por el estilo serían el tipo de conclusiones que inconscientemente vamos construyendo en nuestra mente sobre quienes somos y cuanto importamos.

Ser conscientes del impacto de nuestras actitudes, comportamientos y palabras que tenemos para nuestros hijos es de gran importancia si queremos fomentar en ellos una sana autoestima.

Además, nutrir la autoestima desde edades tempranas, de forma sana, ayudará a que el crítico interno esté más tranquilo en etapas posteriores de la vida.

¿Cómo ayudarles a construir una sana autoestima o a mejorarla?

A continuación te comparto once puntos clave para fortalecer la autoestima de tus hijos.

  1. Amor incondicional. Sí, sé que puede sonar cursi y cliché, pero es realmente importante entender esto y practicarlo. Lamentablemente en muchas ocasiones, ya sea consciente o inconscientemente, los padres transmitimos un amor condicionado, del tipo de: «te trato bien siempre y cuando hagas lo que espero». Y obviamente no lo decimos, pero lo actuamos. En mi consulta he visto padres que tratan a los hijos de una manera muy diferente cuando ellos hacen lo que esperan, en comparación a cuando no cumplen sus expectativas. El amor no debe ser condicionado, pues la primera fuente de amor propio es la que viene de nuestras personas más importantes en los años iniciales: nuestros padres o cuidadores (aquellos que nos crían cuando los padres faltan: abuelos, tíos, etc.)
  2. Dedícale tiempo. No basta con estar en casa, darle tu tiempo es señal de que te importa, como dicen por ahí: la presencia es el mejor presente. Abre espacio en tu agenda y convive con ellos. Esas interacciones le dejarán saber que su presencia es importante.
  3. Al corregirlo, básate en la conducta no en su persona. De las cosas que más pueden minar la autoestima son las palabras que usamos cuando los corregimos. Nuestros hijos cometen y seguirán cometiendo errores, claro, ¡son humanos! Sin embargo, al referirte a sus errores, no lo juzgues ni lo etiquetes, mucho menos le ofendas. Señala la conducta, lo que hizo mal. En lugar de decir «eres un flojo», mejor analiza qué de su conducta no te gustó y quizá encuentres que te ha molestado porque no recogió su cuarto o no lavó su plato. Eso es lo que has de indicarle.
  4. Adiós etiquetas. Es increíble el poder que las palabras que van dirigidas a nuestra persona puede tener en nuestro autoconcepto. Evita usar etiquetas, incluso si te parecen graciosas. Nadie tiene el derecho a etiquetarnos y menos si es con un tono burlón. Eso que le digas a tu hijo sobre sí mismo quedará en su mente por muchos años.
  5. Reconócele sus esfuerzos, no solo sus logros. Vivimos en una cultura que aplaude mucho el logro e ignora el esfuerzo. Y no es que esté mal reconocer los logros, pero cuando a los hijos solo se les aplaude y elogia cuando obtienen una meta, pueden pensar que su valor depende de sus resultados. No siempre tendrán logros, pero reconocerles el esfuerzo ayuda a motivar al niño a seguirlo intentando y a entender que el amor que le tenemos es independiente de sus resultados.
  1. Sé realista. ¡Por favor no infles un ego con éter! Sé que tu hijo es tu mayor tesoro, pero por favor, cuida no caer en el error de mentir para que se sienta bien y «subirle la autoestima». Eso a la larga es contraproducente. Una sana autoestima es realista, es decir se basa en hechos reales. Por ejemplo, he visto papás que aplauden y festejan pobres o nulos esfuerzos. Quizá ante un fracaso lo que toca es animarle, reconocer sin juzgar su nivel de esfuerzo y de ahí analizar lo que pudo hacer mejor. Siempre analizando las acciones y conductas, nunca juzgando a su persona. Queremos desarrollar en ellos la capacidad de reflexión y mejora. Inflar una falsa autoestima no ayuda a lograrlo.
  2. Déjalo intentar y cometer errores. Recuerda que la autoestima se nutre de los logros. La única forma de que tu hijo los consiga resultados es que intente aquello que quiere conseguir. ¿Y qué crees? Se va a equivocar muchas veces. Igual que tú y que yo, pero de los errores aprendemos. Esos aprendizajes le llevarán a intentar cosas nuevas y a obtener buenos resultados que nutrirán su autoconfianza y su autoestima. El error de muchos padres es que no dejan a los hijos equivocarse, hacen las cosas por ellos o los sobre-protejen y no se dan cuenta de que eso envía un mensaje inconsciente que dice «no puedes hacerlo bien». Esto lastima mucho la autoestima. Motívalo a intentarlo de nuevo y a tomar el riesgo de equivocarse.
  3. Obsérvalo. Una forma de saber si la autoestima de nuestros hijos es mirar la manera como se desempeñan en el mundo. Observa sus conductas y actitudes. Los niños con una autoestima sana se muestran seguros o al menos intentan hacer las cosas, expresar lo que sienten a pesar de los posibles temores. Aun si son introvertidos, pueden socializar. No pienses que solo los niños que gritan, cantan y hacen obras teatrales son los seguros. La autoestima se refleja en las acciones y en la capacidad de hacerle frente a las dificultades.
  1. Ayúdale a ver lo positivo en ella/él. Cuando tu hijo se juzgue negativamente, ayúdalo a comprender que sus pensamientos pueden definir lo que siente y cree de si mismo, aun si no son reales. Y dale oportunidades para que se de cuenta de sus capacidades. Por ejemplo, si cree que no tiene alguna habilidad, invítalo, sin presionarlo, a practicarla. Solo actuando podrá gradualmente ver resultados. Esto lo ayudará a reforzar su autoconcepto de forma honesta.
  2. Ten disposición. Déjale saber que estás para lo que necesite. Muy importante, en el camino de formación habrá tropiezos y baches. Nuestros hijos se verán influidos por las voces del entorno. Tú puedes estar haciéndolo maravillosamente en casa, pero allá afuera hay otro mundo de influencias que pueden minar su autoestima. ¿Y sabes qué? Eso es parte de la vida. Déjale saber que siempre estarás ahí, dispuesto o dispuesta a escucharlo. Si tú eres esa fuente de amor incondicional y presencia dispuesta, tendrá la confianza de venir a ti a recargar sus pilas.
  3. Sé su modelo. Como ves, tu rol como padre o madre es vital. Muchos de nosotros todavía cargamos etiquetas de infancia que han determinado nuestro autoconcepto, las acciones que tomamos y hasta las relaciones afectivas que elegimos. Nunca es tarde para trabajar en nosotros mismos y fortalecer nuestra autoestima. Fortalecer tu autoestima es tan importante para ti, como para tus hijos, pues nosotros somos sus modelos. Sé su modelo.

Y recuerda, la autoestima es una de las claves importantes para ayudar a formar hijos seguros, capaces y felices. Nuestro papel en la crianza de nuestros hijos es esencial para fomentar en ellos una idea importante en sí mismos: que valen, que son dignos de amor y que merecen respeto y cosas buenas en la vida. Al final, esa es solo la base.

A ellos les tocará edificar en esos cimientos y construir la vida de sus sueños. Nosotros tenemos que confiar en que si les damos las herramientas, ellos serán capaces de lograrlo. Nos tocará simplemente ser testigos de ello, aun cuando cometan errores. Esa es la vida y tenemos que dejarlos vivirla. Los padres que crían hijos seguros saben que les han dado alas y raíces y les permiten volar. Eso será la gran prueba: amarlos, formarlos y dejarlos ser. Tú puedes lograrlo.

Como dijo Frederick Douglas «Es más fácil construir niños fuertes que reparar adultos rotos». ¿Quieres formar hijos fuertes, seguros y que se amen a sí mismos?

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