Como médico y pediatra aprendí mucho sobre el funcionamiento del cuerpo y las distintas condiciones que lo llevan a enfermar. Aprendí a diagnosticar, prescribir, tratar. A identificar aquellas enfermedades cuyo origen se entiende y conoce muy bien y otras que no comprendemos tanto. También aprendí que el estilo de vida impacta en nuestra salud y que para llevar una vida sana es importante cuidarlo.
Pero hubo muchas cosas que no aprendí tanto como médico sino como ser humano. Por ejemplo, el gran impacto que tiene el estrés en nuestras vidas, no solo en lo mental y emocional sino en el mismo cuerpo. O también, el cómo la dinámica en el interior de una familia puede favorecer o condicionar ciertas enfermedades, no solo la herencia que se guarda en el DNA. Esto lo aprendí como mamá de tres y acompañante de cientos de madres en su crianza.
La vida me llevó a aprender en carne propia que si no estamos conscientes de lo que realmente estamos sintiendo y pensando, eventualmente el cuerpo se encargará de descubrirlo. Y así fue para mí, iba creyendo que todo estaba bien hasta que una crisis de ansiedad se encargó de demostrarme lo contrario.
Fue entonces que empecé a entender realmente qué era salud y como esa parte invisible llamada mente y espíritu tienen tanto, si no es que casi todo, que ver con la forma cómo vivimos y el estado físico de nuestro cuerpo. Entonces entendí que la salud es el resultado de muchas interacciones, no sólo las orgánicas del cuerpo, sino, y en gran medida también, las interacciones entre lo que pensamos, creemos, sentimos y la forma cómo interpretamos la vida misma.
De esa crisis de ansiedad surgió una maravillosa y transformadora oportunidad: descubrí el camino de la conciencia plena (en inglés: mindfulness), que más que técnicas o ejercicios, para mí es un estilo de vivir. Un estilo de ser y estar en el mundo. Una elección diaria, la de decidir estar presentes con la vida, con sus sin sabores y mal sabores, con sus alegrías y momentos maravillosos, con la dualidad de eso que catalogamos bueno y malo, es decir: con todo. Y saber conducirnos en ella con la convicción de ser responsables de y con lo que nos acontece.
Mindfulness es elegir estar presentes para vivir, en cada momento, pues la vida solo es aquí y ahora. Y practicarlo me ha ayudado a enfrentar mis más grandes crisis, a cambiar mi relación con la comida, a dejar de fumar, a criar tres hijos, casi trillizos, mientras trabajaba, a transitar dificultades de pareja… a ser la persona que hoy soy y que amo Ser.
Mindfulness me ha ayudado tanto que por eso decidí formarme como psicoterapeuta y maestra de mindfulness y es a lo que hoy por hoy dedico mi vida, con grandes satisfacciones.
En lo personal, me ha ayudado a entender que solo tenemos este instante y nos toca aprovecharlo de la mejor manera para cada quién. Por eso procuro que cada momento cuente.
Y profesionalmente, he podido compartir a mis pacientes, clientes y alumnos, las herramientas y enseñanzas que mis maestros y mentores me transmitieron, con la esperanza de que les ayuden a vivir más sanos, felices, plenos y realizados, conscientemente.
Es un honor, privilegio y responsabilidad compartir este camino de bienestar físico y mental y acompañar a otros en su proceso de recorrerlo.
Esta soy yo a grandes rasgos y si puedo servirte a través de lo que hago, me encantará acompañarte en tu proceso.
En paz y con gratitud,
–Claudia Veg